Uno de los asuntos que más suele preocupar a los padres y madres tiene que ver con alimentación de los hijos. Que coman bien y de todo es uno de los mayores placeres de cualquier progenitor. Sin embargo, no siempre es así. Muchos niños son muy selectivos a la hora de decidir qué quieren comer e incluso se niegan a probar nuevos alimentos. Es lo que se denomina neofobia alimentaria que, desde el punto de vista etimológico, significa ‘miedo a alimentos nuevos’.
Daniel Escobar, dietista-nutricionista acreditado en nutrición pediátrica, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética y del Grupo de Especialización en Nutrición Pediátrica, nos ayuda a comprender esta ‘cerrazón infantil’ a probar ciertos alimentos.
¿Qué es la neofobia alimentaria?
La neofobia alimentaria contempla una conducta selectiva o restrictiva “que cursa con resistencia o rechazo a probar determinados alimentos o grupos de alimentos, distintos a los que se conocen o con los que ya se han establecido dinámicas específicas”, explica Escobar.
Diversos estudios desde una perspectiva evolutiva relacionan esa actitud negativa frente a lo nuevo con una protección intuitiva ante lo desconocido. “Ese miedo a probar nuevos alimentos estaría relacionado con un miedo a que sean peligrosos para la vida de quien los ingiere”, declara Escobar. Esa herencia evolutiva explicaría en parte la neofobia alimentaria infantil que lleva a rechazar las judías verdes o un filete de pescado y que tanto desconcierta a los padres. Pero no es el único factor que interviene.

Causas de la neofobia alimentaria
Este fenómeno está condicionando por diversos factores sociales, ambientales y conductuales. El experto destaca los siguientes:
- Preferencias individuales. Determinadas por los gustos de cada niño hacia aspectos senso-perceptivos de los alimentos: colores, aromas, texturas, temperaturas, aspecto y formas de presentación.
- Aspectos neurológicos y de salud mental individual. Entre ellos, la presencia de trastorno del espectro autista u otros problemas de salud mental, como ansiedad.
- Experiencias pasadas. Experiencias positivas o negativas en relación con la ingesta de alimentos o la capacidad de obtener placer a través de la alimentación.
- Comportamiento de los progenitores. El experto se refiere a la presión de los padres para que el peque coma, la falta de estímulo y/o afecto durante las comidas, la presencia de neofobia de los progenitores o la dificultad para interpretar las señales de hambre/saciedad del niño.
- Influencia del entorno. El hecho de que un niño vea natural comer ciertos alimentos o muestre reticencias hacia otros se relaciona con el hecho de que los padres u otras personas cercanas consuman ese alimento de forma habitual (los niños orientales comen de forma natural alimentos que para un occidental pueden ser chocantes), costumbres de los cuidadores principales, hábitos en la escuela infantil…
- Disponibilidad de los alimentos. Si el niño ve que en su entorno siempre hay manzanas o mandarinas, estas presentan un aspecto agradable y se consumen de forma habitual, es más probable que las consuma sin reticencias que si se le ofrecen lichis u otra fruta menos frecuente en nuestros hogares.
Cómo evoluciona la neofobia alimentaria
En niños
La neofobia alimentaria en niños entre los 2 y los 3 años es un proceso natural dentro de la maduración y el crecimiento. Generalmente, suele remitir a medida que crecen y amplían la variedad de alimentos y formas de presentación de los mismos”, asegura Escobar.
De forma habitual, desaparece de manera espontánea sobre los 7 años.
En adolescentes
La neofobia alimentaria en adolescentes responde a mecanismos diferentes. En estas edades, el modo de relacionarse con la comida es diferente. Para los niños es una forma de “descubrir el mundo que les rodea”. Sin embargo, “en adolescentes, la relación con la comida tiene implícita una perspectiva social que, a menudo, suele acompañar una dimensión de aceptación con el entorno y sus iguales”, señala Escobar.
Aquí entra en juego la presión del grupo: si todos añaden chía al yogur o toman quinoa con la ensalada, el adolescente es muy probable que lo haga para sentirse uno más. Si no es así, hay más probabilidades de que rechace ese alimento.
Neofobia alimentaria y TCA
Aunque no siempre se transforma directamente en un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), “la neofobia alimentaria puede contribuir a patrones alimentarios restrictivos o evitativos y a una dieta poco variada, lo que podría aumentar el riesgo de desarrollar este tipo de trastornos en el futuro”, afirma el experto.

Cómo superar la neofobia alimentaria
Daniel Escobar facilita los siguientes tips para padres:
- Paciencia. Los padres deben entender que su hijo también tiene voluntad y adaptarse a los procesos individuales que le llevan a aceptar antes o después ciertos alimentos.
- Exposición repetida y variada. Es recomendarme variar la forma de presentación de los alimentos y, si es necesario, repetir la exposición a un grupo de alimentos o a un alimento en concreto.
- Comer como una experiencia placentera. Mejorar la experiencia de la alimentación mediante actividades dirigidas a la familiarización del entorno alimentario a través del respeto y la tranquilidad.
- Asesoramiento interdisciplinar. En los casos más problemáticos, no está de más dejarse asesorar por un dietista-nutricionista especializado, un profesional de la salud mental (recomendable binomio psiquiatría y psicología), además de otro profesional médico especializado en neurodesarrollo.
Relación con la lactancia materna
Algunos entornos relacionan la neofobia alimentaria con la lactancia materna. Los alimentos que ingiere la madre modifican el sabor de la leche materna. Además, los aromas de la cocina llegan también al niño, que los acaba percibiendo como seguros y agradables. “Existe evidencia clara entre las experiencias tempranas en torno al momento perinatal (antes del nacimiento y un mes postparto) y su relación con las elecciones alimentarias del niño. En este sentido, la lactancia materna y las prácticas de alimentación complementaria desempeñan un papel crucial en la formación de preferencias alimentarias, favoreciendo la diversidad de experiencias sensoriales”, asegura el experto.
En concreto, en lo que respecta a la leche materna, “debemos contemplar que es un fluido dinámico, cuya composición de compuestos aromáticos depende de varios factores maternos (dieta, tratamiento farmacológico, hábitos de vida), lo que puede condicionar las preferencias alimentarias del peque cuando se inicia la alimentación complementaria”.
Neofobia y altas capacidades
¿Rechazan más alimentos aquellos niños con un mayor coeficiente intelectual? Daniel Escobar expone que, la evidencia que relaciona ambas circunstancias es muy escasa. Señala un único estudio que contempla una revisión sistemática sobre la superdotación y la posible correlación de trastornos del neurodesarrollo en niños y adolescentes. “No hay datos claros sobre la superdotación o altas capacidades y otros entornos del neurodesarrollo debido a un sesgo derivado de los métodos diagnósticos”, concluye.
El Consejo de ALDI
Los niños son personas, más pequeños que los adultos, pero con sus gustos y aversiones. Para facilitar la incorporación de nuevos alimentos sin dramas no olvides crear un ambiente relajado y agradable durante las comidas

Daniel Escobar. Dietista-nutricionista, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética, y colaborador del Grupo de Especialización en Nutrición Pediátrica. Está especializado en salud materno-infantil y posee una amplia experiencia en nutrición del niño sano y patológico. Experto en alimentación y nutrición plant-based y perito experto en nutrición clínica y dietética. En la actualidad es colaborador en el departamento de Salud Pública y Materno-infantil (Pediatría) de la Universidad Complutense de Madrid.
